
Desde el 15 de julio, Colombia empezó a escribir una nueva página en la historia laboral de su gente.
En medio de madrugadas frías, buses atestados y turnos eternos, miles de trabajadores vieron llegar un cambio que por años parecía lejano: la reducción de la jornada semanal de 46 a 44 horas, sin tocar un solo peso de su salario.
Para muchos, dos horas pueden parecer poco, pero para Laura, madre soltera y auxiliar de enfermería, significan poder acompañar a su hija al colegio por primera vez en años.
“Ese pequeño rato ya no se lo regalo al hospital, se lo doy a mi niña”, dice con los ojos brillando.
El ajuste también trajo un alivio para quienes no conocen los fines de semana como descanso. A partir de ahora, el recargo por laborar domingos y festivos subió del 75% al 80%, y seguirá aumentando cada año hasta llegar al 100% en 2027.
Porque, aunque la lucha no ha sido fácil, hoy muchos sienten que el tiempo y el esfuerzo que dan por su país comienzan a ser valorados como merecen.
Se el primero en dejar un comentario