
Neyser Acosta había regresado hace apenas unos días a Santa Marta, buscando el calor del hogar y el abrazo de su familia, tras pasar un tiempo en Bogotá.
En la noche del viernes, cuando el barrio María Eugenia se sumía en su habitual rutina, la tranquilidad fue desgarrada por el eco de varios disparos.
En la calle 35 con 14, justo frente a la casa donde creció, la violencia lo alcanzó sin previo aviso. Desconocidos lo interceptaron y, sin decir una palabra, abrieron fuego contra él, dejándolo tendido y gravemente herido sobre el asfalto.
Los gritos de desesperación de sus familiares rompieron el silencio, mientras vecinos salían alarmados a ver qué había pasado. Neyser, aún con vida, fue auxiliado entre manos temblorosas que rogaban a Dios por un milagro.
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