
La tarde que comenzó con risas, castillos de arena y la brisa del mar, terminó en una tragedia que marcó para siempre a una familia en Santa Marta.
Celeste Utima Mejía, una niña de tan solo seis años, había disfrutado junto a su abuela y primos de un día en la playa, ajena a que el regreso a casa estaría teñido de dolor.
En el sector de Playa Dormida, un cable energizado y en mal estado, perteneciente a una construcción cercana, se cruzó en su camino. El contacto fue fulminante.
En cuestión de segundos, la alegría de la jornada se convirtió en gritos de desesperación, y la pequeña quedó tendida, con la vida escapándosele entre las manos.
Familiares y transeúntes, con el corazón acelerado, no dudaron en socorrerla. La cargaron con premura y la llevaron hasta el centro de salud del barrio La Paz, aferrándose a la esperanza de que los médicos pudieran revertir lo ocurrido.
Pero aquella ilusión se rompió al escuchar el diagnóstico: Celeste había llegado sin signos vitales. La noticia corrió rápido, dejando un eco de indignación y tristeza en la comunidad, que ahora se pregunta cómo un descuido tan peligroso pudo arrebatar la vida de una niña que apenas comenzaba a descubrir el mundo
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