
El destino quiso que aquel día Jhoel pasara en su moto justo por ese lugar, en su tierra natal, Montería. En medio del ruido de la ciudad, un llanto quebró el silencio y estremeció su corazón.
Se detuvo y, al acercarse, vio lo inimaginable: una bolsa de basura que se movía, dentro de ella una pequeña bebé recién nacida, con apenas 48 horas de vida, cubierta de arena y con un llanto que parecía clamar por auxilio.
En ese instante, Jhoel no dudó. Se convirtió en las manos de Dios sobre la tierra y tomó a la niña entre sus brazos, protegiéndola de un destino cruel.
Con el corazón latiendo a mil, llegó a su casa y le pidió a su hermana que la abrigara, que le diera ese primer gesto de amor que había sido negado.
Luego la trasladaron a una clínica, donde hoy se encuentra fuera de peligro, aferrándose a la vida. La historia de esta bebé no comenzó en el abandono, sino en el milagro de ser rescatada.
Y Jhoel, quien escuchó aquel grito de esperanza en medio de la basura, será recordado como el ángel que transformó la desolación en una nueva oportunidad.
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