
En las aulas de la institución educativa Noroccidental, en Soledad, se vivió un episodio que dejó en vilo a toda una comunidad estudiantil.
Un joven estuvo a punto de perder la vida tras ingerir el contenido de un termo que, en lugar de agua, contenía cloro.
Según relató su padre, el recipiente pertenecía a un compañero de clase, quien, cansado de que constantemente le tomaran sus bebidas, decidió llenarlo con el químico, sin medir las graves consecuencias que esto traería.
El progenitor explicó que su hijo pidió permiso para beber del termo, pero, aunque recibió una advertencia de esperar, no hizo caso y tomó directamente el líquido. La imprudencia casi le cuesta la vida, pues de inmediato comenzó a sentir los estragos de la sustancia.
Entre la angustia de sus compañeros y la rápida reacción de los docentes, lograron trasladarlo a un centro asistencial, donde permanece bajo observación médica.
Lo más inquietante del caso es que, días antes, el estudiante que llevó el cloro ya había expresado su molestia y hasta llegó a advertir que “un día de estos iba a echar veneno”, pero nadie creyó que lo cumpliría.
Hoy, este hecho deja una profunda reflexión sobre la necesidad de escuchar con atención las señales de alarma que se presentan en las aulas y de reforzar en los colegios valores como la empatía, el respeto y la prevención, para que la vida de ningún joven vuelva a estar en riesgo por actos de represalia.
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