Amigos

Por Orlando Benítez Quintero

En Colombia tenemos un máster en creatividad para bautizar amigos. No basta con decirles “amigo”: aquí tenemos llaves y llaverías, parceros y parces, ñeros, coimes, compadres, comadres, socios, ñías, vales, hermanos. Y seguro me faltan varios tantos más.
Hace unos días vi algo que me quedó sonando: “Los amigos no son solo los que te acompañan en los malos momentos, sino los que de verdad se alegran por tus triunfos”. Y qué razón tiene la frase. A veces es más fácil encontrar hombros para llorar que aplausos sinceros para celebrar.


Si hacemos un inventario, la lista de amistades es como un álbum incompleto. Están los de la infancia, que apenas se recuerdan entre travesuras. Los del colegio, con quienes se juró “amistad eterna” en la graduación y que quizá no volviste a ver. Los de la universidad, que saben cuántas coca colas trasnochadas y cigarros escondidos se necesitan para pasar un parcial. Los amigos que llegan en el trabajo y se vuelven consejeros, confidentes y cómplices. Los vecinos que siempre tienen azúcar prestada y los que parecen de toda la vida aunque apenas los conozcas hace dos meses.
También, los amigos de siempre, los que envejecen firmes y uno sigue viendo al lado de los abuelos, tan cercanos que terminan siendo tíos. Y claro, los que ya no están en la tierra y se adelantaron al cielo, pero que uno sigue sintiendo cerca.


No faltan los amigos que la vida regala en forma de hijos, que a veces son los mejores consejeros; las parejas y compañeros de vida, los hermanos y primos en cualquier grado, que también se convierten en llaverías o vales sagradas, con quienes se comparte todo, incluso lo que no se cuenta en ningún otro lado. Por supuesto, están las decepciones: ese que un día saludaste y se hizo el loco, aquel que desapareció porque sí, los que posaron de amigos y a la primera oportunidad de sacar provecho te dieron la espalda… y esos a los que uno, con resignación costeña, solo les dice: “fresco”. Pero no importa, porque los que quedan valen por todos.


En la historia y la ficción abundan ejemplos: Don Quijote y Sancho, Batman y Robin, Woody y Buzz Lightyear. Y en la política nacional y local sobran amistades que empezaron como compadres y terminaron como rivales. Al final, lo importante es que sin amigos la existencia sería como un mote de queso sin ñame: incompleta. Por eso hoy, en este día del amor y la amistad, celebremos por los llaves, compadres, socios y parceros… por todos los que saben que la verdadera amistad no se mide en tiempo, sino en la lealtad y la alegría que da encontrarse.
¡Feliz día, mis llaves!

*Jefe de Programa de Comunicación Social – Unisinú

Se el primero en dejar un comentario

Déjanos tu opinión

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*