
Lo operaron del corazón, pero parece que fue pa’ abrirle espacio a más parranda. Así llegó Churo Díaz al altar: recién cateterizado, pero con la misma chispa de siempre… y con más “energía” que nunca.
La boda fue una locura. La mesa servida con más sabores que una plaza de mercado, y la barra con más variedad que farmacia clandestina. Nadie supo si era boda o carnaval, pero lo cierto es que allí se olía, se probaba y se veía… de todo. Y el que diga que no, que tire el primer guaro.
Churo, sin importar la advertencia médica, le metió con toda. Se metió en el traje, en la pista, en la fiesta, y dicen por ahí en unas cuantas cositas más que no venían en el tratamiento.
Pero bueno, al final el corazón es el que manda, y aunque el médico recomendó reposo, el Churo decidió que lo suyo era la presión… pero alta.
¡Qué fiesta! ¡Qué boda! ¡Y qué manera de celebrar la vida con el alma en vallenato y el cuerpo en modo travesura!
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