
Don Alfonso Morelli, un adulto mayor que sobrevive haciendo mototaxi en Santa Marta, jamás imaginó que el mayor dolor de su vida no vendría de la calle, sino de su propio hogar.
En el barrio Tayrona, donde ha vivido por años, fue golpeado y humillado por su propio hijo menor, quien, en un arranque de ira por no recibir la herencia anticipada, le quemó parte de la casa y ahora se encuentra huyendo de las autoridades.
A pesar del profundo daño, don Alfonso no pierde la compostura, pero sus ojos delatan la tristeza de quien solo quiso proteger el techo que aún lo resguarda.
Con voz entrecortada y las manos marcadas por el trabajo diario, el hombre relata que sus hijos le exigen vender la vivienda para repartir el dinero, sin importar que él no tenga a dónde ir.
Cuenta que uno de ellos, además, lo obliga a atenderlo como si fuera su sirviente, exigiéndole comida y cuidados, como si el amor de un padre pudiera pagarse con golpes.
Hoy, don Alfonso no pide venganza, solo ruega por paz y porque la justicia lo ampare antes de que sea demasiado tarde.
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