
Durante seis años exactos, el barrio Manrique de Medellín fue testigo de un acto de caridad ininterrumpido. Cada noche, ocho sándwiches aparecían colgados en un poste para los habitantes de calle del sector. El autor de esta labor fue Hernán, un hombre que encontró en la solidaridad una forma de procesar el duelo por su hijo Sebastián, quien falleció en esa misma ubicación debido a la desnutrición e hipotermia.
Hernán nunca buscó reconocimiento ni contacto con los beneficiarios; su único motor era la posibilidad de aliviar el hambre de alguien que, como su hijo, estuviera siendo buscado por su familia. Aunque Hernán ya falleció, la comunidad ha decidido mantener viva la tradición. En el lugar, una placa recuerda su sacrificio: “Aquí, un padre alimentó a hijos que no eran suyos, porque no pudo salvar al suyo”.
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