El pasado que no se va: Lyons acusa y el apellido Besaile vuelve al tarjetón


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En Córdoba la indignación vuelve a hervir. Mientras el exgobernador Alejandro Lyons Muskus desempolva desde la cárcel los secretos del Cartel de la Hemofilia, lo que más ruido genera entre los cordobeses es que la esposa del exsenador condenado por corrupción Musa Besaile Fayad aspire a regresar al Congreso de la República en las próximas elecciones legislativas, como si el escándalo jamás hubiera existido.

Durante su declaración judicial, Lyons abrió la caja de Pandora y señaló sin titubeos que las ganancias ilegales del saqueo a la salud se repartían por partes iguales con Musa Besaile, a quien identificó como su principal aliado político para llegar a la Gobernación en 2012.
Según el exmandatario, por cada facturación irregular recibía un 10% de comisión, suma que habría alcanzado los $4.000 millones, dinero que —afirmó— terminaba dividido “mitad y mitad”.

“Todo lo que recibía por la Gobernación era para él y para mí”, declaró Lyons, dejando claro que el acuerdo político incluía también el negocio.

El Cartel de la Hemofilia, que habría desangrado el sistema de salud de Córdoba por más de $50.000 millones, vuelve a instalarse en la agenda pública justo cuando el besailismo intenta lavarse la cara con nuevas candidaturas. Lyons explicó que los pagos ilegales se canalizaban mediante resoluciones a favor de Unidos por su Bienestar y que el dinero no se entregaba directamente, sino a través de emisarios, entre ellos Sami Spath, hoy condenado.

Aunque el exgobernador trató de justificar que desconocía la falsificación de documentos y la existencia de pacientes inexistentes, terminó reconociendo su responsabilidad penal al admitir que recibió comisiones por servicios médicos que sabía que se estaban pagando.

Las palabras de Lyons no solo reavivan un escándalo judicial, sino que encienden la furia ciudadana en un departamento golpeado por la corrupción en la salud. En medio de hospitales en ruinas y pacientes olvidados, muchos se preguntan si Córdoba está condenada a ver los mismos apellidos regresar al poder.

La campaña apenas comienza, pero el mensaje es claro: el pasado volvió a hablar… y no pide permiso.

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