
Andrés tiene apenas 11 años y carga sobre sus hombros una historia que ningún niño debería vivir.
Su sonrisa se fue apagando poco a poco cuando dejó de ir a la escuela, no por falta de ganas de aprender, sino porque las risas crueles y los 4p0d0s hirientes lo hicieron sentirse distinto.
Mientras otros pequeños corrían en los recreos, él decidió guardar silencio y alejarse de aquel espacio que debería ser un lugar de sueños.
Su hermano Hugo, con quien recorría las calles vendiendo dulces para ayudar a sus abuelos, ha sido su mayor compañero en medio de un camino difícil.
Fue entonces cuando apareció Juanda Caribe, quien al conocer su historia decidió tenderles la mano con la esperanza de cambiarles la vida.
Él reveló la razón de la ausencia de Andrés en la escuela: las burl4s lo lastimaron tanto que solo recibía refuerzos y nunca encontró un aula donde lo hicieran sentir parte de algo más grande.
“Él se llama Andrés y deben llamarlo por su nombre”, dijo Juanda con firmeza. Hoy, la meta es devolverle la confianza y lograr que vuelva a estudiar en un lugar donde encuentre respeto, afecto y un abrazo sincero que lo impulse a seguir adelante.
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