Con el rostro bañado en lágrimas y el corazón desgarrado, una madre implora auxilio desde una clínica en Santa Marta. Su hijo, Jesús Alberto Higinio, de 29 años, fue víctima de la violencia que azota la ciudad.
La noche del miércoles, cuando apenas llegaba a su casa, fue interceptado por desconocidos que, al parecer, intentaron robarlo. En medio del forcejeo, dos balas impactaron su cuerpo.
Ahora lucha por su vida conectado a un ventilador en la clínica Los Nogales, mientras su familia clama por una ambulancia que permita trasladarlo con urgencia a un hospital de mayor nivel.
“Se los suplico, no dejen morir a mi hijo”, repite la madre con voz entrecortada, mientras sostiene la foto de Jesús entre sus manos temblorosas.
Su impotencia es la de muchos: ver a un ser querido al borde de la muerte sin poder hacer nada más que rogar por ayuda. Cada minuto que pasa se convierte en un peso insoportable, mientras el sistema de salud parece no responder.
En medio del dolor, ella no pierde la fe, pero sabe que el tiempo apremia y que el silencio también puede matar.
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